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Impuestos y subsidios: distorsiones del mercado


Las alteraciones al sistema de precios han sido las principales causas de las peores crisis económicas en el mundo. Las políticas monetarias que buscan fomentar la producción aumentando los precios cada año son un claro ejemplo de los resultados indeseables en los que han derivado. Asimismo, las consecuencias de implementar impuestos y subsidios para modificar las señales del mercado pueden llegar a ser altamente nocivas para una economía.

El debate acerca de estas medidas muchas veces se limita al punto de vista moral. Por ejemplo, mencionamos que los impuestos son cruciales para alcanzar un entorno de justicia social o que son un robo porque el contribuyente no hubiera gastado su dinero de esa manera. Sin embargo, poco se discute sobre la afectación que estas políticas monetarias y financieras generan al sistema de precios.

Los precios reflejan la relación que existe entre la escasez y la valoración de los individuos respecto a un bien o servicio. Es decir, contienen información sobre cuál es la mejor forma de administrar los recursos existentes. Si algo es muy escaso y valorado, tendrá precios bastante elevados —por ejemplo, los diamantes—. En cambio, si algo es muy abundante, a pesar de ser muy valorado, podría incluso no costar nada —como es el caso del aire—.

De igual manera, la cantidad de productos o servicios existentes y el valor que tienen estos para los consumidores brindan información a los negocios y emprendedores sobre la rentabilidad de operar en un determinado mercado. Dicho de otro modo, los negocios no son más que la combinación de recursos escasos —tiempo, conocimiento, materia prima, herramientas, máquinas, etc.— para ofrecer un producto o servicio valorado por los demás al precio que están dispuestos a pagar.

Por lo tanto, la manipulación artificial de los precios afecta la fuente de datos que tenemos los individuos para ofrecer y demandar bienes o servicios. Los emprendedores desconocerán la oportunidad de negocio que existe en un mercado si los precios son más altos de lo normal debido a los impuestos. Los consumidores podrán adquirir menos de lo que hubieran hecho en condiciones naturales o, en su defecto, sacrificarán ahorro u otros gastos para satisfacer legítimas necesidades.

Los subsidios, en cambio, alteran los precios a la baja. Esto implica que los consumidores utilicen un producto o servicio más de lo que realmente lo harían si no estuviera subsidiado, maquillando su escasez y verdadero valor. Como consecuencia a las imposiciones de tributos o subsidios, surgen actividades económicas al margen de la ley—por ejemplo, el contrabando dentro o fuera de las fronteras—, la afluencia de productos o empresas que no son rentables, y la utilización ineficiente de recursos.

Es difícil imaginar cómo sería el mundo sin impuestos o sin subsidios, pero podemos ver los resultados de países que subsidian las fuentes de energía o el sector agrícola. Lo que encontramos son industrias poco desarrolladas y mercados reducidos que impiden la innovación y la competencia. Miremos los ejemplos de Venezuela y Argentina, donde la intervención del gobierno precarizó la producción energética, y de Colombia, un territorio tan fértil con un agro dependiente del gobierno e insostenible por sí mismo.

El abogado colombiano Juan Manuel Nieves comenta sobre este problema en su país. “En Colombia los subsidios a las actividades agrícolas se dividen en bastantes sectores; la mayor porción se la lleva el café, los lecheros y ganaderos, seguidos por otra cantidad de productos como el cacao, la panela, el maíz, las flores, etc.” explica Nieves. Sin embargo, los productores mencionan que algunos de estos sectores quebrarían sin subsidios del gobierno, porque la infraestructura no permite aumentar o mejorar la producción, los insumos para asegurar la calidad de los alimentos son costosos y, a la larga, el producto importado es más barato.

Entonces, surge la pregunta, ¿por qué subsidiar una actividad económica que resulta poco rentable para el país? No obstante, los gobiernos parecen ignorar esta interrogante y aplicar otras medidas, como impuestos a las importaciones. El desenlace de esta política se cuenta solo con el impacto que tuvo la economía de los ecuatorianos cuando se aumentó los aranceles a los productos extranjeros.

Los impuestos y subsidios no solo alteran el mercado de bienes y servicios, también encontramos estas medidas en el mercado laboral: impuestos a las ganancias o subsidios a los desempleados. Estamos rodeados de estas distorsiones y vivimos tratando de apalear sus efectos con las mismas políticas públicas, retardando el impacto y haciéndolo más grave cada vez.

Cuando vemos que un recurso no se está utilizando correctamente o una industria no tiene la capacidad de despegar, antes de culpar al capitalismo, reflexionemos sobre los factores que existen detrás. Es altamente probable que las causantes sean distorsiones, que se implementan para lograr resultados atractivos en el corto plazo a costa de la eficiencia y la sostenibilidad de aquel sector económico.

Entonces, ¿son los subsidios y los impuestos medios necesarios para alcanzar la justicia social? Antes de responder esta pregunta, analicemos lo que no se ve en los planes de gobierno y las políticas públicas que buscan alterar el sistema de precios. Analicemos las consecuencias sociales que tienen las señales de precio distorsionadas y luego sabremos que la respuesta es que no son adecuadas para la sociedad.

Debemos tomar en cuenta que no necesariamente debemos tener el camino fácil para ser felices o alcanzar lo que creemos que puede mejorar nuestra calidad de vida. Menos aún cuando el camino fácil de unos torna complicado el de otros, solo por el capricho de unos cuantos políticos con las ideas equivocadas o las medidas populistas necesarias para mantener su base política.

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