Ahorrar y generar ingresos adicionales cada vez es más sencillo por los avances tecnológicos y la innovación empresarial. Un nuevo modelo de negocio se posiciona en todo el mundo a pasos agigantados. La economía colaborativa desafía el orden social contemporáneo y la estabilidad de los negocios tradicionales.
Estas iniciativas evidentemente responden a nuevas necesidades de los individuos, así como a la obsolescencia de los esquemas económicos que todavía rigen nuestras sociedades.
Apenas un siglo atrás descubrimos que nuestro límite era el cielo, cuando en 1903 un avión construido por los hermanos Wright voló con éxito. La primera nave espacial tripulada, en 1961, demostró que no hay límites para la creación y exploración humana. Por lo tanto, ninguna estructura social es fija, ninguna verdad es absoluta y ningún sistema es el adecuado.
El sistema económico que aún domina la mayor parte de transacciones presenta ciertas falencias, como la falta de eficiencia en los mercados. Es por eso que la economía colaborativa surge con la propuesta de que “el consumo no es tener, es usar” y su objetivo es obtener mayor provecho en la utilización de recursos.
Los negocios colaborativos, junto con los negocios sociales, también proponen soluciones para la desigualdad, el cambio climático, el consumismo, entre otros. De hecho, varios impulsores de estos modelos sugieren que son alternativas al “capitalismo”, sustituyendo las estructuras verticales de las corporaciones por estructuras horizontales y proponiendo una distribución de recursos más eficiente.
El capitalismo de mercado consiste en garantizar derechos de “propiedad privada, división de trabajo, cooperación social, libertad de contrato e intercambio voluntario”, y rechaza la “excesiva regulación pública e impuestos”. Sin duda, la economía colaborativa requiere que los individuos sean libres de tomar sus decisiones para realizar transacciones voluntarias con sus pertenencias físicas o intelectuales.
Por lo tanto, estos nuevos modelos de negocio no desafían al libre mercado ni a sus resultados, desafían a la sobredosis de regulación e intervención gubernamental. El sistema político-económico actual impone más y más barreras financieras, económicas e institucionales que dificultan el emprendimiento, favorecen a los monopolios e interrumpen la libre distribución de recursos.
La economía colaborativa, en realidad, surge como una opción para evitar esas regulaciones e incorpora las facilidades que tenemos a nuestro alcance en el siglo XXI. En otras palabras, los modelos de negocio innovadores que buscan mejor rendimiento de los recursos y alternativas sostenibles para las problemáticas sociales responden a la espontaneidad de la mente humana, que anhela la libertad y el bienestar personal y económico.
La mayor prueba de esto es justamente la desesperación de los gobiernos por generar regulaciones aplicables a estas nuevas formas de intercambio. Lo hemos visto con Uber, Cabify, Airbnb, Bitcoin, y otros. Los negocios colaborativos ofrecen igualdad de oportunidades y su éxito consiste en el nivel de confianza que mantienen los individuos que interactúan en ellos.
Libre Razón aborda este tema para desmitificar enunciados claramente generados bajo la influencia de intereses ideológicos y presentar un análisis bastante pragmático a partir de la historia de la economía colaborativa y algunos ejemplos.
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