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La mano opaca del socialismo


El Estado contemporáneo se convirtió en el monstruoso Leviatán descrito por Hobbes.

En la política predominan los tabús e impiden a quienes hacen de ella una carrera y una forma de vida referirse a las cosas como son. Si se liberalizan sectores de la economía, es "neoliberalismo" o "imperialismo"; si el Estado expropia industrias, se trata de una nacionalización. Si se reducen impuestos, son "ayudas a los ricos"; si se los aumenta, es para alcanzar justicia social.

En todo el mundo, esta especie de neolengua —el lenguaje políticamente correcto que impide el pensamiento ajeno al autorizado por el partido gobernante, descrito por George Orwell en su libro 1984— ha contaminado cada aspecto de la cotidianidad política. Mientras tanto, nosotros, el común de los mortales, hemos percibido la propaganda que nos lanza el régimen de turno sin digerirla o analizarla. Nos hemos fundido como una masa, un colectivo sin rostro o nombre, que se convence de las disposiciones que el poder adopta a su criterio visceral.

Este fenómeno toma su forma actual y definitiva hace aproximadamente 75 años, con el final de la Segunda Guerra Mundial. Se alimenta del comunismo soviético, del keynesianismo y del intervencionismo estatal occidental, la recuperación de elementos del fascismo por ambas corrientes y la penetración del socialismo en la academia.

Estos cuatro criterios son elementales para entender cómo el Estado contemporáneo terminó de convertirse en el monstruoso Leviatán descrito por Hobbes. En definitiva, consiste en una masa burocrática con poder absoluto sobre el individuo e inferencia directa sobre todos los aspectos de su vida. Este sistema priva a las personas de su autonomía, inteligencia y autodeterminación en la búsqueda del bien, la verdad y la felicidad.

Comunismo soviético

La victoria soviética en el frente oriental en la Segunda Guerra Mundial fue una conquista ideológica para los socialistas del mundo entero. Los frentes de trabajadores, los movimientos de descolonización, los sindicatos y muchos partidos políticos se acercaron y se unieron a la Rusia de Stalin. Vieron en ella un brazo fuerte para apoyarlos, protegerlos y financiarlos en su camino hacia el poder —y cualquier otro objetivo que tuvieran—.

Asimismo, los defensores del socialismo iniciaron una agenda de internacionalización mediante el apoyo de guerrillas y movimientos políticos alrededor del mundo. En 50 años, lograron establecer regímenes socialistas, generar crisis diplomáticas, iniciar conflictos subsidiarios, dividir Estados, provocar guerras civiles, genocidios y hambrunas. Todo esto ocurre mientras crean una imagen romántica e icónica del revolucionario disidente socialista como un luchador desinteresado por la libertad, mejor representada en la figura de Ernesto 'Che' Guevara.

Keynesianismo

La gran depresión y la guerra tuvieron consecuencias económicas importantes, y Occidente no fue inmune a ellas. Ahogados en deuda, inflación, inestabilidad y pobreza, los gobiernos europeos y americanos encontraron en John Maynard Keynes un mesías teórico, destinado a salvar sus decadentes economías —reforzando, de paso, su autoridad y control sobre la sociedad—.

La Teoría General de Keynes promovía la una participación activa del Estado en la economía y su rol como árbitro y fiscalizador. Basándose en ella, los gobiernos podían aplacar las crisis con más burocracia y obras de infraestructura para generar empleos, inventar mercados de contratistas estatales y permitir el nepotismo solapado; aumentar impuestos para generar sistemas de distribución de la riqueza y corrupción; y extender su influencia en las finanzas privadas por lo jurídico y lo comercial.

El keynesianismo ha sido tan difundido, alabado y adoptado por agentes nacionales e internacionales porque permite el aumento del tamaño del Estado y se ajusta a la perfección al propósito del funcionario de alto rango: aumentar su fortuna personal mientras gobierna y controla a la sociedad. Las grandes potencias occidentales, talvez impulsadas por la necesidad urgente de recuperación económica y por la presencia mediática de Keynes, adoptaron su teoría económica como principio incuestionable del nuevo orden económico internacional en la convención de Bretton Woods en 1944.

A partir de estos acuerdos, se crearon instituciones financieras supranacionales, como el Banco Mundial y el FMI. Con el tiempo, estos organismos se degradaron a no más que usureros y tiranos de la soberanía económica nacional, dirigidos por el burócrata internacional con las acreditaciones exigidas por la tendencia política de turno entre las mismas grandes potencias.

El rescate del fascismo

Esta forma de socialismo colectivista hipernacionalizado consistió en una labor silenciosa, que se realizó como una recuperación de recursos intelectuales con aplicaciones en los proyectos de las naciones victoriosas de la Guerra. El mejor ejemplo de esto fue la Operación Paperclip del servicio de inteligencia de Estados Unidos. Consistió en el reclutamiento de científicos e intelectuales alemanes, en muchas ocasiones antiguos jerarcas nazis, para que aporten en las iniciativas militares y científicas de ese país.

La Unión Soviética tampoco se quedó atrás e hizo lo mismo en su Operación Osoaviakhim, solo que de manera más agresiva y forzosa, llevándose buena parte de los recursos intelectuales de su Zona de Ocupación. Si bien ambas operaciones tenían como fin llevar información vital para el desarrollo de cohetes V2 a las dos superpotencias, la recuperación de elementos del fascismo no terminó ahí.

Los conceptos de Estado corporativo, subsidio en sectores estratégicos, entretenimiento y educación aprobada por entes estatales partieron de las disposiciones y ordenamientos de los regímenes alemán e italiano bajo la influencia del fascismo. De ellos, tambien se copió el colosal aparato de burocracia que regula, administra y ejecuta las disposiciones del gobierno. El clientelismo a determinadas industrias expresado en políticas públicas corresponde al Estado corporativo. La industria del entretenimiento idealiza un estilo de vida leal al sistema.

En el caso de la educación, la voluntad de mantener esencialmente ignorante a la población general se disfrazaba con élites educadas y mallas curriculares ideologizadas. Este pequeño grupo que se destacaba en busca de excelencia académica termina empleado por las mismas estructuras del poder político. Su fin es justificar las acciones del régimen en la economía y la política internacional dentro del ámbito académico.

El socialismo en la academia

La influencia marxista en el ámbito de la educación surge desde principios del siglo pasado, en base a un modelo ideado por el pensador socialista Antonio Gramsci. Él estableció parámetros para el secuestro de la educación y de la cultura por el pensamiento de izquierdas. El mejor ejemplo de esto se da con Noam Chomsky, reconocido académico y activista estadounidense, apologista de la dictadura venezolana.

El mensaje socialista se transmite a los líderes políticos de países menos desarrollados que usualmente se educan en el extranjero. Como ocurrió en Ecuador con Rafael Correa, también exportan el sistema de regulación educativa vigente en sus destinos académicos. De este modo, finalizan con la autonomía universitaria, la libertad de cátedra y los sueños de muchos jóvenes —limitados por exámenes estandarizados, por dar un ejemplo—.

La educación primaria encuadra a las juventudes en ideologías históricas y económicas, apartando la verdad de sus mentes. La educación secundaria exalta sus emociones con fanatismo sentimentalista o apatía política, haciéndolos dóciles al sistema gobernante. Finalmente, la educación superior reducen completamente su conocimiento, enfocando toda su atención en carreras mediocremente reducidas a lo "útil" o estrictamente necesario. Por lo tanto, se deja a un libre albedrío y criterio personal muy limitado informarse y autoeducarse, para así tener masas dispuestas a alzarse al llamado del siguiente caudillo civil atractivo a sus circunstancias.

Conclusión

El capitalismo, la Escolástica, la Ilustración y la mano invisible de la oferta y la demanda permiten y siempre han permitido que la libertad de los individuos. Motivan a las personas a que busquen, se esfuerzen y escojan la vida por la están dispuestos a luchar. Esta mano invisible no está dirigida por nadie ni nada, es la propia naturaleza de la acción humana que impulsa a cada uno de los individuos —componente esencial de la civilización— a organizarse coordinadamente de acuerdo a sus intereses personales en núcleos y células culturales orgánicas, desde la primordial familia hasta el asunto público y político, el Estado.

En el colectivismo marxista, existe una fuerza, una mano opaca y oscura, que está dirigida forzosamente por seres humanos que buscan imponer un orden antinatural, ineficiente e incoherente en la sociedad. Abusando de su poder, desvirtúan el valor de la libertad individual, de la organización y cooperación volutaria, de la búsqueda de la felicidad. Esta mano opaca del socialismo no es una metáfora, se puede ver y percibir, como se percibe la contaminación del petróleo en el agua o la grasa saturada en los alimentos. Es una fuerza meditada con objetivos claros que ya ha contaminado nuestra sociedad.

Queda en nosotros elegir entre la mano invisible del mercado y de la libertad o la mano opaca del socialismo.

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