Hagamos de nuestra vida una obra de arte
La actitud es el factor crítico para alcanzar el éxito deseado en las relaciones personales.
Todas las personas transmiten sensaciones a los demás a través de sus actitudes. Todos somos como bombillas de luz: transmitimos potencia a través de nuestras actitudes. Algunas personas transmiten potencia de 10.000 voltios y otros solamente de 25. Por ello, a veces conocemos a una persona y decimos ¡GUAU! En cambio, en otras ocasiones, simplemente no decimos nada.
Todos podemos brillar, emitiendo luz propia o reflejando la luz que emiten otros. Y allí, a través de nuestra actitud, es donde identificamos la diferencia en la potencia de iluminación de las personas.
La importancia de la actitud
Ingresamos a un comercio con la intención de comprar un producto. Le solicitamos al empleado que nos muestre el producto que queremos y su repuesta es: “cuesta tantos dólares… ya se lo alcanzo, pero solo si lo va a comprar…”. Actitud que nos provoca agradecerle y salir en busca del siguiente comercio, donde esperamos un vendedor con una mejor actitud, o – como muchos le llaman – “una mejor atención al cliente”.
Entramos a otro comercio y el empleado se desvive por mostrarnos lo que tiene. La diferencia es la actitud. Ni su conocimiento, ni sus habilidades. En ocasiones, podemos sentirnos en deuda con el vendedor que ha “dejado todo en la cancha, transpirando la camiseta”, porque a pesar de que nos ha mostrado todo lo que tenía, de la mejor manera, aún así no queremos comprar. Debemos entender que, si bien tiene la mejor actitud del mundo, está haciendo su trabajo. Y en ocasiones, ni la mejor actitud alcanza para cerrar una venta.
¿Cuánto vales como persona?
En su charla TED sobre la actitud, Victor Kuppers comenta que el valor de una persona puede representarse, matemáticamente, como la suma de sus conocimientos y habilidades, multiplicada por su actitud.
Valor = (Conocimientos + Habilidades) x Actitud
Nadie es una gran persona por lo que sabe o por lo que sabe hacer. Las grandes personas lo son por su manera de ser. Las personas fantásticas tienen una forma de ser fantástica y las personas detestables tienen una forma de ser detestable.
¡Pero cuidado! Porque si bien la actitud es importante, los conocimientos y las habilidades también lo son… ¡No hay nada más peligroso que un inútil muy motivado!
A las personas maravillosas las elegimos por su manera de ser. Por su actitud. Y en ocasiones, nuestra actitud cambia por las personas que nos rodean. Cuando estamos rodeados de gente desanimada, podemos caer rápidamente en el desánimo. El problema de estar desanimado es que perdemos nuestra manera de ser.
“Te conviertes en el promedio de las cinco personas que más cerca tienes en tu vida”, en palabras de Jim Rohn. Por ello, cuidado con la elección que haces sobre las personas que te rodean.
Rápido y mal
Si en nuestro entorno prima la inmediatez, deseamos que todo sea muy rápido. Queremos un libro, corto, que nos resuelva la vida. Queremos que nuestra pareja resuelva todas nuestras necesidades, y rápido. Nuestra actitud se manifiesta en: “quiero que alguien resuelva esto, ya mismo”.
¿Es esa la mejor actitud respecto a los problemas que tenemos?
No, porque en ocasiones, ni siquiera sabemos cuál es el problema que tenemos. Sabemos qué es lo que estamos padeciendo, pero el padecimiento no es el problema, sino el síntoma del problema. El tener fiebre no es el problema, aunque nos haga sentir muy mal, sino una alerta del cuerpo acerca de que algo funciona mal en nuestro organismo.
No apagar las alarmas
Si, por nuestra orientación a resolver rápidamente los síntomas, apagamos las alarmas (bajamos la fiebre para dejar de sentirnos mal), sufriremos aún más las consecuencias de nuestras malas decisiones, por nuestra mala actitud frente a la necesaria pausa para reflexionar sobre lo que sucede.
El 31 de agosto de 1999, un piloto de la aerolínea LAPA, cansado de escuchar las alarmas de una aeronave que – aparentemente – funcionaban mal, decidió apagarlas antes de un despegue en el Aeroparque Jorge Newbery de la Ciudad de Buenos Aires. La alarma indicaba que los flaps no estaban en la posición adecuada para levantar vuelo. Hoy recordamos el incidente como la tragedia del vuelo 3142.
Los conocimientos y las habilidades del piloto le permitían entender que apagar las alarmas no era lo correcto. Su actitud determinó su destino y el de toda la tripulación y sus pasajeros.
Menos es más
En muchas ocasiones, hacer las cosas lo más rápido posible significa hacerlas mal. Hay que reivindicar la pausa. Hay que dar su tiempo a las cosas. Quizás se trate de hacer menos cosas, pero hacer las cosas correctas.
Victor Kuppers dice que “hay que darse cuenta de que, en la vida, lo más importante es que lo más importante tiene que ser lo más importante”. Es decir, no es lo mismo hacer cosas, que hacer las cosas importantes que tenemos que hacer. Es inútil estar ocupado sin una meta. Estar ocupado no es un logro.
Actitud y circunstancias
No podemos elegir las circunstancias, pero siempre podremos elegir nuestra actitud frente a las circunstancias. Esa es nuestra última libertad, como lo planteó Victor Frankl en su libro “El hombre en búsqueda de sentido”.
Frente a las circunstancias que nos impone la vida, nosotros debemos jugar. Y nuestra grandeza se demuestra jugando. A partir de la elección de nuestra actitud, en cada momento nos acercamos un poco más a la grandeza o a la mediocridad.
El objetivo de la vida es sumar momentos fantásticos. El trabajo cotidiano es luchar por convertirnos, cada día, en la mejor persona que podamos ser, en los ámbitos que nos haya tocado. Y que, al final, nuestra vida sea una obra de arte.
Fernando Del Vecchio es doctor en Dirección de Empresas y MBA de la Universidad del CEMA. Lic. en Administración. Especialista en dirección, gestión e innovación de negocios de la industria creativa y cultural (economía naranja).
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