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La cibersoberanía y su efecto perverso en contra de la libertad

La vigilancia y control digital es otro efecto potencial de la pandemia

La cibersoberanía y su prevalencia en un estado de crisis es un tema del que casi nadie habla, pese a su gran importancia. Tras una fachada de esfuerzos gubernamentales por el bien común –en este caso, la actual emergencia sanitaria–, esta tendencia pone en riesgo nuestra libertad de expresión y privacidad.


Los estados totalitarios y dictatoriales históricamente han introducido mecanismos para disminuir progresivamente la libertad y vulnerar los derechos de los individuos. Así, han ganado injerencia en distintos ámbitos de las sociedades que gobiernan, tanto para intervenir mediante la coerción como para expandir su vigilancia.


En países como Venezuela y Cuba, por nombrar casos de la región, los ciudadanos viven un constante atropello a la libertad de expresión. Los gobiernos tiranos han logrado dominar a la mayoría de los medios de comunicación, impidiendo que la verdad salga a la luz.


El abrumador crecimiento de la Internet y de los canales de comunicación digital han frenado las intenciones autoritarias de callar a sociedades completas. Hemos sido testigos de cómo las redes sociales han tomado fuerza a la hora de comunicar lo que estos gobiernos catalogan como prohibido.


Los usuarios de la Internet encontraron en sus herramientas y aplicaciones nuevas oportunidades para recuperar su libertad de expresión. Así como la Internet amplió el acceso de cada individuo para nutrirse de información y conocimientos diversos –al igual que la posibilidad para difundirlos–, brindó la facultad de convertirse un ente de cambio y de injerencia social y política.


Esas maravillosas cualidades de la Internet son justamente las que aterrorizan a un gobierno autoritario, un ente extremadamente obeso y manipulador que lo único que busca es mantener subyugado a su pueblo, mantenerlo ignorante y ciego de su propia realidad. Y es justamente de ese maquiavélico pensar que nace en la actualidad la idea de quitarle a la Internet su libertad.


La Internet, sus mecanismos y aplicaciones son herramientas a disposición del imaginario, benevolente o no, de las personas. De la misma manera en la que ciudadanos víctimas de represión gubernamental han utilizado estos instrumentos con fines liberadores, los autócratas han aprovechado de sus utilidades para extender su poder y alcance en la sociedad.


¿Qué es la cibersoberanía?


El más claro ejemplo de esta implementación es la cibersoberanía, la facultad que tiene el gobierno de controlar lo que vemos, leemos y escuchamos en el entorno digital. La cibersoberanía es un marco de parámetros adoptado por los estados que le faculta a discernir por sus ciudadanos qué es apto y qué no, prohibir contenido y accesos, limitar la libertad de expresión y moldear nuestros comportamientos digitales sutilmente. Todo esto lo hace con el supuesto fin de precautelar el bien común y la estabilidad social y política.


La cibersoberanía tiene dos objetivos principales: (1) priorizar los intereses del gobierno frente a los de las empresas tecnológicas y las sociedades civiles y (2) controlar y gestionar el contenido al que los internautas pueden acceder. Debido a las facultades únicas de los estados, la cibersoberanía puede alcanzar facultades dignas de escenarios distópicos.


La cibersoberanía tomó fuerza en China, país pionero en implementarla con altos estándares de efectividad en la mayoría de su territorio. El diario digital Infobae indica que, en 2012, Xi Jinping dejó en claro que la Internet jugaría un rol fundamental en el desempeño de su gobierno. Aseguró que él sería quien presidiría la administración del ciberespacio en China, trasladando su gobernanza a una red particular de dicho Estado. Es decir, su ambición es pasar de que China utilize una World Wide Web, a una que opere sobre una red informática nacional.


En 2017 China ordenó a Tencent –el segundo gigante digital chino– y a otras empresas digitales, cerrar todos los sitios web que contengan debates sobre historia, asuntos internacionales y el ejército chino. Del mismo modo, funcionarios chinos obligaron a empresas de telecomunicaciones a bloquear las redes privadas virtuales (VPN), utilizadas por empresarios y académicos chinos para eludir las censuras del gobierno.


Es tal el alcance del poder del gobierno chino frente a la libertad de los ciudadanos que hoy por hoy se está utilizando en todo el territorio chino cámaras de vigilancia, big data e inteligencia artificial para trabajar en un sistema de reputación social, que no es más que un sistema encaminado a evaluar la forma de proceder de los ciudadanos frente a la sociedad. Aquello determinará la facultad de poder ejercer sus libertades y derechos dentro de la misma, de acuerdo a un rango de puntuación manejada por el gobierno chino.


La cibersoberanía, a la vuelta de la esquina


Queda claro que la cibersoberanía no es más que un mecanismo de estados totalitarios, opresores y dictatoriales para restringir de manera progresiva las libertades y vulnerar los derechos fundamentales de sus ciudadanos. Así, controlan el comportamiento individual y la influencia de las organizaciones de la sociedad civil u otros entes de referencia de opinión.


La internet es el medio por el cual muchas personas tienen la posibilidad de dar a conocer la devastadora realidad de sus países y, sin duda, es la única forma de dar a conocer al mundo las atrocidades que se perpetran en regímenes totalitarios. Es por esto que los gobiernos buscan restringir su acceso. Si el control digital de los individuos ha sido un pilar para controlar la actual pandemia, debemos esperar que en Latinoamérica esta herramienta sea utilizada como un medio de innovación tecnológica gubernamental.


Nuestro deber como defensores y difusores de las ideas de libertad será mantenernos vigilantes a su utilización adecuada. La implementación de este tipo de mecanismos que buscan acallar el trabajo realizado por la sociedad civil para denunciar y prevenir violaciones a nuestras libertades y derechos, sería devastadora para sociedades con instituciones políticas débiles como las de nuestra región.

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