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Menos Estado, menos corrupción


Quienes tienen el poder no son ángeles, son seres humanos, como todos nosotros

Una frecuente justificación sobre la existencia del Estado es que necesitamos un ente regulador debido a que “el hombre es el lobo del hombre.” No obstante, si así fuera, un grupo de lobos es el ente que recibe poder “legítimo” sobre la vida y destino de los demás. Esto es sumamente peligroso, en particular cuando estos lobos se disfrazan de ovejas para obtener el poder.

Las promesas de campaña, los discursos y las estrategias para ganar más votos nos dicen poco sobre qué candidato tiene, realmente, buenas intenciones y cuál no. Aquello se comprueba una vez que el candidato elegido ejerce el poder. Entonces, ¿cómo pueden garantizar los ciudadanos la prevención del abuso del poder de aquellos que aspiran gestionarlo?

La constitución debería ser nuestra principal defensa. Para ese cometido, es necesario que los documentos constitucionales tengan un enfoque de protección a los ciudadanos en lugar de otorgar poderes extraordinarios a los políticos.

Mientras menos injerencia asuman los políticos en la toma de decisiones de nuestras vidas, más a salvo estaremos. La razón es simple: nunca se sabe lo que puede ocasionar una “buena” ley en las manos de un político no tan bueno.

A parte de salvaguardar nuestra libertad con un estado de poder limitado, los incentivos hacia la corrupción disminuyen. Un sistema judicial y mecanismos de control independientes previenen a los políticos de cometer actos de corrupción. Establecer instituciones claras y blindadas desde la constitución es fundamental, pero no es suficiente.

Al permitir que funcionarios manipulen los recursos públicos y la dinámica económica de un territorio a su antojo, también permitimos su facultad de cometer actividades delictivas. Un ejemplo evidente son los permisos de funcionamiento de una empresa en nuestro país. Los funcionarios públicos son quienes los otorgan, por lo que es probable que su decisión se defina por la empresa que haga una mejor oferta – en sumas de dinero o beneficios particulares.

Las barreras comerciales también promueven la corrupción. Si un sector económico se siente perjudicado por la producción extranjera, le bastaría con negociar con el político “adecuado” para establecer las medidas necesarias que lo protejan de la competencia internacional. Esto puede suceder en cualquier ámbito de mercado, como el narcotráfico que ha comprado el libre tránsito de estupefacientes por varias fronteras. De esa manera, varias personas han encontrado su mina de oro bajo el nombre de la lucha contra las drogas.

Los gobiernos, en distintos países, regulan la salud, la educación, la economía y las empresas que pueden trabajar dentro de su territorio. Algunos gobiernos tienen el control de lo que pueden y deben transmitir los canales de televisión y las emisoras de radio. Otros incluso tienen medios de comunicación a su cargo.

Si los ciudadanos de estos países tienen la suerte de que un político benevolente esté a cargo de las funciones estatales, deben ser conscientes que no siempre será así. Los mismos servicios y garantías que un gobierno se comprometa y, en efecto, entregue a los individuos, podrían resultar perjudiciales para otros. Aún peor será cuando resulten en condena de todos debido a la sed de poder de políticos que poco nos representan.

La mayoría de personas tememos que los gobernantes se tomen el poder de regular la sociedad por el bien de todos y, al contrario, abusen de él. Nuestro miedo se debe a la falta de confianza en nuestras instituciones que más de una vez se han visto quebrantadas por los políticos ambiciosos.

En lugar de temer, nosotros podemos cambiar el rumbo de nuestro país y nuestro propio rumbo por medio de una sencilla disposición. Necesitamos un gobierno limitado, con poca injerencia en nuestras vidas. Así lograremos sociedades más prósperas, e individuos más responsables y libres.

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