Así como en la cancha, este consiste en el juego limpio del sistema político
De seguro has escuchado constantemente, y sobre todo en la última década el término “Estado de derecho”, pero ¿a qué se refieren los medios y la política cuando recalcan la importancia de este principio dentro de la forma de un gobierno?
En este articulo explicaré brevemente el contexto que engloba la garantía de vivir en un Estado de derecho que respete la moral y la cultura de sus ciudadanos.
En fútbol, el espacio de la cancha está delimitado por una línea blanca y dentro de estos recuadros los veintidós jugadores tienen reglas y controles constantes para evitar faltas y transgresiones. Esta configuración de orden y normas va más allá, podemos comprarla con una República, una sociedad o un conjunto de personas destinadas a seguir reglas y respetar su compromiso.
Lo mismo ocurre cuando hablamos del Estado, un concepto abstracto que reside en un espacio concreto y está conformado por individuos que han decidido voluntariamente pertenecer a ese territorio, así como en el futbol hay jugadores que han decidido entrar a la cancha y jugar para un equipo. El conjunto de personas que conforman el Estado crea reglas y define conceptos para procurar una vida pacífica –o un juego limpio si hablamos de futbol–. ¿Por qué? Para evitar lesionar a otros jugadores o los intereses de los individuos que conforman la sociedad.
Entonces, Estado de derecho corresponde a un conjunto de personas que viven en un territorio, donde se han creado reglas de convivencia para vivir de forma armónica y dentro del cual existen controles para garantizar que las reglas sean aplicadas correctamente. En fútbol, a eso le podemos llamar árbitros y, en el Estado, serían las instituciones gubernamentales. Sin embargo, la analogía del fútbol también la podemos comparar a lo que no es estado de derecho. Vivir en un Estado donde hay derechos no corresponde esencialmente a vivir en un estado de derecho.
El Estado es la FIFA, y ambos crean reglas para que se respete el juego limpio dentro de la cancha o de un territorio políticamente delimitado entre los ciudadanos. La finalidad es convivir pacíficamente y que cada uno de los individuos puedan progresar de forma individual.
¿Qué pasaría si la FIFA decide entrometerse dentro de la tabla de posición de los jugadores o de la estrategia de un director técnico, o utiliza su poder para reglamentar cuestiones internas dentro de un club deportivo? Simplemente, la respuesta, es que el futbol perdería su valor y los equipos dejarían de progresar individualmente. La magia del futbol se iría deteriorando con el transcurso del tiempo.
Lo mismo sucede en un Estado cuando los gobiernos regulan excesivamente la vida de los ciudadanos creando leyes que limitan derechos, trámites que ralentizan que emprendedores puedan compartir sus ideas, instituciones que controlan todos los aspectos de nuestra vida, e impuestos que toman dinero de nuestro bolsillo de forma desmedida.
Hace años atrás Locke, Rousseau, Hobbes, Kant e incluso Maquiavelo en su obra El Príncipe, mencionaron aspectos en los que una sociedad está inmersa. Ellos sostenían que los miembros de un colectivo social han formado un núcleo de convivencia, en donde se busca como fin principal la superación personal de cada uno y que el respeto entre los que habitan dentro de aquel es fundamental.
Es así como nace la política, la democracia y el derecho: como un conjunto de lineamientos. A pesar de que estos filósofos se referían a situaciones que sucedieron en su época, las realidades actuales no difieren del pasado y la esencia de la creación de Estado sigue innata. Los peligros políticos que acechan sobre ella son constantes; he ahí la importancia de entender pequeños conceptos como Estado de derecho y Estado con derechos.
Vivir en un país donde existen derechos reconocidos y leyes no es lo mismo que vivir en un país donde se respete y garantice el Estado de derecho como principio dentro de los gobiernos de turno. Para mayor evidencia, sigamos comparando cómo la FIFA y el Estado perjudican cuando quieren tomar las riendas en asuntos privados de los jugadores o ciudadanos.
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