El sector privado llevó al espacio su primer vuelo tripulado
El pasado sábado, 30 de mayo, se escribió un hito más en los libros de historia sobre el encuentro entre la especie humana y el espacio. A las 15h22 (hora local), ocurrió el primer vuelo tripulado espacial de la historia a bordo de una nave que no es propiedad de un Estado, sino de una empresa privada: SpaceX, la compañía creada por el multimillonario estadounidense de origen sudafricano Elon Musk.
La cápsula a la que se le ha dado el nombre de: “Crew Dragon”, logró acoplarse con perfecta normalidad a la Estación Espacial Internacional el domingo 31 de mayo. Tras haber gastado 110 mil millones de dólares –ajustado a la inflación actual– en el programa aeroespacial Apolo, parece que el gobierno federal ha perdido el interés por ser el único impulsor en la carrera por el espacio.
Debido al fin de la Guerra Fría en 1991, la competencia espacial que impulsaba a las superpotencias, tanto estadounidense como también soviética, terminó. A partir de ahí, el presupuesto de la NASA, como porcentaje del presupuesto federal, ha disminuido drásticamente y ha abierto la oportunidad de que incursionen otros actores.
El primer precedente, con el cual el sector privado tomaría protagonismo sería el Tratado sobre el espacio ultraterrestre de 1967, acordado por Estados Unidos, Reino Unido y la entonces Unión Soviética. Este instrumento del Derecho Internacional estableció la responsabilidad de los gobiernos sobre las actividades de las entidades no gubernamentales en el espacio ultraterrestre.
Sin embargo, toda la actividad de gestión de estos proyectos espaciales quedaba relegada al Estado en última instancia. Hoy en día, debido a las ambigüedades y a la falta de cumplimiento estricto del tratado, la empresa privada ha logrado tener mayor libertad para emprender y maniobrar sus proyectos espaciales.
Como lo señala Enrique Cuoto, cofundador del canal educativo “Visual Politik”, la carrera espacial ha vuelto a arrancar debido a la reducción de las barreras de entrada, es decir, al abaratamiento de la tecnología y “al salto exponencial en la capacidad de los dispositivos”, lo que le brinda a este campo más accesibilidad.
De momento, como se lo ha demostrado recientemente con el lanzamiento del cohete de Space X, los organismos públicos han invertido en varias empresas privadas del sector aeroespacial, entre ellas las que se dedican al lanzamiento de cohetes, esto debido a que, el sector privado ha demostrado ser mucho más eficiente en el manejo de los costes y en el impulso de la innovación.
Según el ingeniero aeroespacial, Robert Zubrin, el costo de los lanzamientos de cohetes al espacio se redujo desde el Sputnik hasta el alunizaje de la misión Apolo. Aunque también señala que después de ello, el costo de lanzamiento de cohetes se mantuvo en $10,000 el kilogramo durante 40 años. No obstante, entre el 2009 y el 2019, con la llegada de Space X, el costo cayó a $2,000 por cada kilogramo y Musk busca seguir reduciéndolo, a través de su proyecto de propulsión “Starship”, que podría incluso disminuir el precio a $500 por kilogramo.
En virtud de ello, Zubrin indica que mientras más barato sea el costo de lanzamiento, más lanzamientos se harán, generándose la oportunidad de que las personas accedan a viajes espaciales a un bajo precio en el futuro.
Ante este escenario, Sascha Haning, colaboradora de la Fundación para el Progreso, se pregunta si esta industria será rentable en algún momento. En seguida, señala que, con solo un cohete en el espacio es imposible saberlo, pero no sería la primera vez que tecnologías e industrias exclusivamente estatales y cuyas inversiones requerían altos recursos, se comercializan y llegan al ciudadano común.
Empero, ya estamos viviendo el futuro. Han sido varias las empresas y los magnates que han decidido dar un paso adelante y tomar el riesgo de embarcarse en este nuevo mercado, como, por ejemplo: Elon Musk con Space X, Jeff Bezos con Blue Origin, Richard Branson con Virgin Galactic o la compañía Boeing con el Star Liner, entre otros pioneros más.
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