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Leonard Quinde Allieri

Los monopolios: ¿fallas del mercado o fallas del Estado?


Los avances tecnológicos evidencian la ineficiencia de las regulaciones comerciales

La interminable discusión de cómo impedir los monopolios parece tener solución más allá de las teorías. Sin embargo, una de las corrientes ideológicas del cuadrilátero se apega a la realidad, el libre mercado. Las facilidades que ofrece el internet hoy en día son muestra clara de que ninguna barrera de entrada es causal suficiente para la intervención del estado en las dinámicas económicas.

Las prácticas que han surgido gracias al internet sustentan lo que varios artículos mencionan, que los monopolios son virtualmente imposibles en libre mercado. Asimismo, esta herramienta nos permite dar un siguiente paso en la destrucción de monopolios, puesto que expande aún más la economía global contemporánea.

El mercado, tanto para los consumidores como para los productores, ya no se restringe a un espacio geográfico. Entre otros factores, el internet nos permite el acceso y oferta de productos y servicios desde cualquier parte del mundo. También nos permite reflexionar sobre los problemas que ocurren en el comercio, como la escasez de un producto en un determinado territorio. Es posible que atrás de escena algún político esté manipulando la economía, con medidas tan creativas como cupos comerciales, aranceles, permisos de funcionamiento y más formas de cerrar las fronteras comerciales.

La creatividad de los políticos no termina allí, también se las ingenian para manipular la opinión pública. De este modo, logran que los votantes acepten las ya mencionadas barreras, asumiendo que son necesarias para favorecer la economía de su país. Algunas de las excusas – o mitos – que se dicen son: “debemos proteger la industria nacional”, “tenemos balanza comercial negativa”, o “necesitamos industrializar nuestra economía”.

Proteger la industria nacional de la competencia es muy peligroso para el desarrollo de una economía. Más aún es dirigir la producción nacional hacia sectores dónde tenemos poca experticia, puesto que estamos destinando recursos a actividades comerciales que difícilmente serán sustentables en el mercado internacional. Los precios de venta de nuestras industrias serán elevados y el nivel de productividad será bajo por causa del proteccionismo.

La balanza comercial negativa no determina el desempeño de una economía. Importar más y exportar menos no es necesariamente perjudicial cuando importamos productos más baratos que los nacionales, porque estamos ahorramos. Eso nos permite comprar otros productos o invertir y, de ese modo, estimulamos a nuestros sectores económicos de mayor potencial.

Nuestra economía no logrará una adecuada industrialización cerrándose al mundo. Necesitamos contar con la información y facilidades suficientes para emprender. La libertad de mercado nos permitirá emprender en los sectores realmente competitivos. Esto, a la vez, implicará nuevas fuentes de empleo y generación de riqueza.

No debemos temerle al libre mercado cuando nos exponemos a incidir en las decisiones políticas de nuestro país, así como no le tememos cuando aprovechamos las experiencias de libre mercado que nos ofrece el internet. Hoy más que nunca, las supuestas fallas del mercado se anulan gracias a la globalización. En nuestras manos está el alcanzar un mercado más libre, un comercio más competitivo y, en definitiva, un país más próspero.

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